La resistencia a la insulina es una afección en la que el organismo responde demasiado mal a la insulina. El organismo es incapaz de utilizar la insulina producida por el páncreas, lo que provoca un aumento de los niveles de azúcar en sangre. La resistencia a la insulina puede deberse a factores genéticos, pero a menudo es el resultado de malos hábitos alimentarios. Un mayor consumo de ácidos grasos saturados, cantidades elevadas de azúcar y dulces y una proporción inadecuada entre proteínas e hidratos de carbono son factores de riesgo de resistencia a la insulina. Para inhibir la progresión de la enfermedad y mejorar sus síntomas, es importante seguir una dieta adecuada.

Dieta de bajo índice glucémico

Para ayudar a combatir la resistencia a la insulina, es importante prestar atención al índice glucémico de los alimentos. Los alimentos con un índice glucémico alto provocan un aumento rápido y brusco de los niveles de azúcar en sangre, lo que a su vez conduce a una producción más frecuente de insulina. Por este motivo, la dieta debe basarse en productos con un índice glucémico bajo, como verduras, fruta, cereales integrales o carne magra. Los productos con un índice glucémico bajo aportan nutrientes al organismo y permiten que los niveles de azúcar en sangre se mantengan estables.

Qué alimentos se deben tomar?

Qué alimentos deben evitarse?

Las personas con resistencia a la insulina deben evitar los productos con un índice glucémico alto, como el pan blanco, la pasta y los cereales refinados y los dulces. También deben evitarse los alimentos ricos en azúcar y grasa, como las bebidas gaseosas azucaradas y los zumos, las patatas fritas, la comida rápida y los dulces. Además, debe evitarse el consumo excesivo de alcohol, que es una fuente rica en calorías y estimula la producción de insulina.

Qué se puede comer?

Las personas con resistencia a la insulina deben comer muchas verduras, fruta y productos de cereales integrales (como avena, trigo sarraceno y arroz integral). La dieta también debe incluir carne magra (por ejemplo, aves de corral), productos lácteos bajos en grasa y grasas vegetales insaturadas (aceite de oliva, frutos secos). También es importante comer con regularidad: las comidas deben realizarse cada 3-4 horas. Es aconsejable limitar la cantidad de fritos y optar por platos cocinados u horneados.